Discurso de Nombramiento de Hermanos de Honor.
Hermanos y autoridades, bienvenidos a nuestra ermita del Humilladero y gracias por concurrir
a este acto que el Ilustre Patronato de la Santa Vera Cruz organiza como reconocimiento y
agradecimiento a personas o instituciones que han colaborado y colaboran en seguir
manteniendo la prestancia de la obra que nuestra Hermandad lleva a cabo.
Como hermano del Patronato participo hoy ilustrando, brevemente, algunos hitos históricos
relevantes que bien podrían justificar, entre otros muchos, la concesión de las distinciones de
hermanos de honor que nos congrega aquí. Y este sucinto recuerdo histórico lo comparto con
el ánimo de que perdure en nuestra memoria y venga a nuestro recuerdo más allá de
documentos conservados u otros vestigios. Porque en los ejemplos virtuosos de nuestra historia
descubrimos las virtudes a conseguir hoy en día.
Alentados por la FE fue fundada nuestra cofradía en el Monasterio de San Francisco, hoy
auditorio municipal, a principios del siglo XVI, bajo el auspicio del espíritu franciscano, con la
misma advocación que hoy mantenemos, y con la esencia de fines similares: reunirse para
mediante la unión fraternal de muchos hacer bien a otros, siempre guiados por el ejemplo de
Cristo.
En el extinto Monasterio de San Francisco queda aún nuestra capilla, de la que tantos años
salieron nuestras procesiones recorriendo prácticamente toda la Ciudad, y que tuvimos que
abandonar definitivamente en 1838 tras exclaustraciones y desamortizaciones que
empobrecieron materialmente a la Cofradía, pero no espiritualmente la voluntad de los
hermanos de aquel entonces.
Llenos de fortaleza los cofrades consiguieron erigir este capilla en la que nos encontramos
ahora, cuya construcción se prolongó desde mediados del siglo XVI a principios del XVII,
durante más de 50 años, duración condicionada no tanto por las dimensiones de esta humilde
obra sino por las dificultades de recabar dinero para finalizarla. De nuestras raíces franciscanas,
que convendría no olvidar, dan fe los escudos con las cinco llagas que se encuentran en la
ermita en su exterior y en el remate de la hoy más que deteriorada pintura de principios del siglo
XVII que culmina este testero y con la que se dio por concluida nuestra sede.
Esta hermandad ha sido siempre una parte de la Ciudad dedicada al alma de todos sus
ciudadanos. Con la esperanza de cumplir con sus fines, la cofradía de la Santa Vera Cruz creció
durante el siglo XVI y fue referente de la práctica caritativa, sin perder de vista la justicia,
pidiendo limosna para los pobres de la Ciudad, para enterrar a los encomendados de toda
índole y asistir a los condenados a muerte. Consecuencia de la FE y fortaleza de los hombres y
mujeres de nuestro devenir, hoy perduramos como la única cofradía penitencial abulense
fundada en el siglo XVI, gracias también a la prudencia de la mayoría de sus gobiernos. Una de
nuestras principales actividades, aparte de la Exaltación de las Santa Cruz que celebramos en
septiembre, es rememorar durante la Semana Santa la Pasión de Nuestro Señor, actualmente
centrada en actos tan emotivos como el Miserere, el Solemne Traslado del Santísimo Cristo de
los Ajusticiados, la Procesión de los Pasos (en sus orígenes llamada de la Pasión y también de la
Cena), y en la madrugada del Viernes Santo el Vía Crucis de penitencia.
Los hermanos del Patronato mantuvieron la determinación de crear grupos procesionales de
calidad que rememorasen los pasos de Cristo en su Pasión. El siglo XVII supuso un período
fundamental en el desarrollo de nuestra iconografía pasional. Los disciplinantes y demás
penitentes caminaron por nuestras calles empedradas con las figuraciones de la Santa Cruz,
Cristo atado a la Columna, Cristo con la Cruz a cuestas, San Juan y María, Oración en el Huerto
y Santísimo Cristo de los Ajusticiados para ya en el siglo XVIII unirse a la procesión una talla de
la Verónica. La mayoría de estas obras cumplieron con el tiempo y el tiempo riguroso de Ávila,
cumplió con ellas.
Pero a principios del siglo pasado, sin caer en el desánimo, se renovaron algunas de nuestras
tallas adquiriendo otras de origen murciano y que hoy conforman parte de nuestros grupos
escultóricos. Se cumplen 80 años desde que en 1934 se produjera la cesión indefinida por parte
del Cabildo Catedral de los pasos de La Santa Cena (1904), La Caída (1914) y El Prendimiento de
Nuestro Señor (1919), obras salidas del taller de Manuel Sánchez Araciel. La cesión de estas
réplicas salzillescas tuvo su origen por iniciativa del Patronato a través de su entonces
presidente D. Emiliano Bernabé, entendiendo a la postre ambas partes que era nuestra
Hermandad la más adecuada para presentarlas en las calles de Ávila. Este hecho ayudó a
complementar la escenografía pasional que el Patronato de la Santa Vera Cruz exponía cada
Jueves Santo, y dotó a dicha escenografía de calidad artística de gran valor.
No fue hasta 1935, siendo presidente del Patronato D. Hilario Hernández, cuando estos pasos
salieron en procesión, no sin antes adecuarlos para el desfile, reparándolos y adecentándolos,
de nuevo con el esfuerzo de los hermanos, que aportaron con gran dificultad 1300 pesetas para
ello. Desde entonces, la colaboración con el Cabildo se mantiene año tras año, sin ir más lejos
en la salida de las procesiones, o como ocurrió entre 1989 y 1992 cuando el templo primado
abulense custodió nuestro Santísimo Cristo por las obras del Humilladero.
Con la incorporación del Santísimo Cristo de los Ajusticiados como imagen protagonista de
Vía Crucis desde 1938 se cierra una década de los 40 de gran transcendencia para nuestro
Patronato que tendrá su continuidad a partir de 1960.
Hace 50 años, en 1964, se da otro de los afortunados hitos de nuestra Semana Santa: la inclusión
del Santísimo Cristo de Anaya entre los pasos procesionales del Ilustre Patronato de la Santa
Vera Cruz. Gracias a las gestiones llevadas a cabo por el entonces presidente del Patronato, D.
Fernando José Jiménez Prieto, por el que fuera nuestro consiliario, D. Félix de las Heras
Hernández –a la sazón también secretario capitular– y por la devoción y gratitud de D. Gonzalo
Crespí de Valldaura y Bosch-Labrús, Conde de Orgaz, fue posible que el Santísimo Cristo de
Anaya formara parte del paso de “La Tercera Palabra”.
D. Gonzalo, patrón de la capilla claustral del Crucifijo en la catedral de Ávila, también
conocida como Capilla de Anaya, cedió la talla del Santísimo Cristo para que junto con la
imágenes de María Dolorosa y San Juan, propias del Patronato, conformasen el paso de la
Tercera Palabra que ya existía pero con una talla de Cristo Crucificado de menor valor.
Y la talla del Cristo de Anaya, datada en el último cuarto del siglo XVI, no es una obra
cualquiera, como tampoco parece fruto de la casualidad su cesión sino más bien providencial
destino. Estilísticamente se ha encuadrado dentro del romanismo abulense por traer entre sus
características algunas observadas en las tipologías de Crucificado del artista italiano Miguel
Ángel. Es ejemplo de los nuevos gustos de la época y en particular, a buen seguro, de los del
fundador de dicha capilla: el canónigo Pedro Ordóñez de Anaya, quien paso en Roma largas
estancias. Fundó la capilla en 1576, que ya en 1591 aparece mencionada como “del Crucifijo”, y
en su testamento se encomendó a nuestra hermandad, la cofradía de la Santa Vera Cruz, para su
enterramiento, de ahí que sintamos que el vínculo de este Patronato con el Santísimo Cristo de
Anaya vaya más atrás en el tiempo y sea más intenso en lo emocional. Esta imagen de Cristo
crucificado constituye uno de los mejores ejemplos escultóricos de aquella época, porque, más
allá de su calidad técnica y formal, consigue mover el alma.
Hoy el paso de “La Tercera Palabra”, compuesto por el Santísimo Cristo de Anaya junto con las
imágenes de la Virgen Dolorosa y San Juan, obras del taller del escultor murciano Manuel
Pérez Guillén y Soriano, continuador del taller de los hermanos Francisco y Manuel Sánchez
Araciel, y datadas hacia 1914, supone una de las representaciones más queridas por nuestro
Patronato y admiradas por nuestros conciudadanos y visitantes.
Además, precede al paso un estandarte presente en este acto, donde el pintor Francisco José
Jiménez Verdú, cuya obra salpica diversos lugares e instituciones de nuestra Ciudad, plasmó
una preciosa representación del Cristo de Anaya, y que es un buen ejemplo más de cómo este
Patronato está vinculado a la expresión vital no sólo de sus hermanos sino de todos los
abulenses.
Y es por el peso histórico de nuestra hermandad, manifestado en la templanza de sus actos y su
vínculo con las personas que pasaron y pasan por ella, por el entendimiento con el Cabildo y la
determinación de nuestros hermanos y gobernantes, y por el buen trato y buena fe del hermano
D. Gonzalo Crespí, por lo que hoy se justifica que comparta como hermano del Patronato, esta
memoria de hechos lejanos y más recientes que nos animen a seguir empleando tiempo y
dedicación en aras de un bien mayor, y que sigamos reconociendo en Cristo la esperanza
eterna, viviendo fraternalmente.
Fernando Gutiérrez Hernández
Hermano del Ilustre Patronato de la Santa Vera Cruz
ÁVILA, 12 DE JULIO DE 2014
ERMITA DEL HUMILLADERO